En esta breve guía encontrarás una ayuda para prepararte a recibir con fruto el sacramento de la reconciliación: incluye una explicación de los pasos para acercarse a la confesión, unos exámenes de conciencia y textos para meditar en la grandeza del perdón que Dios nos quiere dar.
San Josemaría solía llamar a la confesión el sacramento de la alegría, porque a través de él se recuperan el gozo y la paz que trae la amistad con Dios, un don que solo el pecado es capaz de robar a las almas de los cristianos.
¿Qué es la confesión?
El sacramento de la Reconciliación es un sacramento de curación. Cuando voy a confesarme, lo hago para sanar mi alma, curar el corazón y rectificar algo que hice mal.
¿Por qué confesarse?
El Papa Francisco explica que “el perdón de nuestros pecados no es algo que podamos darnos a nosotros mismos. Yo no puedo decir: ‘me perdono los pecados’. El perdón se pide, se pide a otro, y en la confesión pedimos el perdón a Jesús. El perdón no es fruto de nuestros esfuerzos, sino que es un regalo, un don del Espíritu Santo”.
¿Es complicado confesarse? Los pasos para una buena confesión.
No es tan complicado. En el Catecismo, la Iglesia nos propone cuatro pasos para poder recibir el gran abrazo de amor que Dios, nuestro Padre, quiere darnos con este sacramento: “Dios nos espera, como el padre de la parábola, con los brazos extendidos, aunque no lo merezcamos. No importa nuestra deuda. Como en el caso del hijo pródigo, solo hace falta que abramos el corazón”.
A continuación, explicamos estos cuatro pasos, que te ayudarán a vivir en toda su grandeza este sacramento de la misericordia de Dios:
Examen de conciencia
El examen de conciencia es una reflexión profunda sobre todo aquello que nos haya alejado de Dios. El Papa Francisco ofrece un consejo para quienes buscan hacer una buena confesión: “Que piensen en la verdad de su vida ante Dios: qué sienten, qué piensan. Que aprendan a mirarse con sinceridad, reconociendo sus pecados, y se dejen sorprender y asombrar por la misericordia de Dios”.
Este examen consiste en revisar nuestras acciones, pensamientos y palabras que nos han alejado de Dios, ofendido a los demás o causado daño interno. Es un momento de honestidad con nosotros mismos y con Dios, sabiendo que Él no quiere que nuestros pecados pasados nos aten, sino que desea liberarnos para que podamos vivir como verdaderos hijos suyos.
Contrición y propósito de no volver a pecar
La contrición, o arrepentimiento, es el dolor del alma y el rechazo de nuestros pecados, acompañado de la firme resolución de no volver a pecar. Es un don de Dios, y si sientes que aún estás apegado a algún pecado, como la dificultad para dejar un vicio, perdonar a alguien o corregir un daño, pídele a Él que transforme tu corazón para rechazar el mal.
A veces, el arrepentimiento puede manifestarse con un profundo dolor o vergüenza, lo que nos ayuda a corregirnos. Sin embargo, no es necesario sentir este tipo de dolor para que haya verdadero arrepentimiento. Lo importante es reconocer que hemos obrado mal, tener el deseo de mejorar como cristianos y comprometerse a no repetir esas faltas.
Como explica el Papa Francisco: “La contrición es la puerta del arrepentimiento, el camino privilegiado que conduce al corazón de Dios, quien siempre nos da otra oportunidad cuando nos abrimos a la verdad de la penitencia y dejamos que su misericordia nos transforme”.
Existen varias oraciones para expresar la contrición. Una de ellas es: Dios mío, me arrepiento de todo corazón de todos mis pecados y los aborrezco, porque al pecar no solo merezco las penas que ellos acarrean, sino que principalmente te ofendo a ti, que eres el Sumo Bien y digno de ser amado sobre todas las cosas. Con tu gracia, propongo firmemente no pecar más y evitar toda ocasión de pecado. Amén.
Confesar los pecados
Una buena confesión consiste en declarar nuestros pecados al sacerdote de manera clara, concreta, concisa y completa.
La confesión implica ponerse ante el sacerdote y compartir nuestras faltas, ya que él actúa en nombre de Jesús. Como señala el Papa Francisco: “Confesarse con un sacerdote es poner mi vida en las manos y en el corazón de otro, que en ese momento actúa en nombre de Jesús. Es importante ir al confesionario y arrodillarse ante el sacerdote que representa a Jesús. En este gesto, hay una objetividad: arrodillarse ante el sacerdote es el camino a través del cual la gracia nos alcanza y nos cura”.
Se dice que una buena confesión debe cumplir con las “4 C”:
Cumplir la penitencia
El sacerdote asigna una penitencia como reparación por el daño causado. La satisfacción consiste en llevar a cabo los actos penitenciales indicados, que pueden ser oraciones, mortificaciones u otros gestos de reparación.
Este momento también es una oportunidad para agradecer a Dios por el perdón recibido y renovar el compromiso de no volver a pecar.
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